El sonido del agua cayendo sobre una fuente plateada. Agua cristalina y corriente leve causa deseos sensibles y sentimientos fúnebres. Un venado es testigo oculto, se acerca y bebe un poco del elixir. Todo cambia, el color ya no es el mismo y el tono de las sombras refleja contrastes en las almas.

El vacío de la gran plaza provoca temor en una mujer que se acerca, camina hacia la fuente cantando una melodía trivial, se arrodilla frente al templo y lanza un grito al cielo azul que de pronto se vuelve gris.

Un anciano cruza y la voltea a ver. Ella solo mira de reojo y suspira resignada. El anciano se para justo frente a ella, la observa, la huele, la analiza. El aroma que expira aquella mujer es de una fragancia desconocida que lo cautiva y enloquece.

El hombre saca un puñal de su bolsillo y lo levanta hacia el cielo negro... lo clava directamente en su propio corazón, la mujer, al instante lanza un grito, pero no de miedo, es mas bien un grito de libertad.

La sangre bota del pecho de aquel anciano que inmovilizado se encuentra.

Parece que al fin ha encontrado ese sentimiento que por tanto tiempo llevaba buscando, ya nadie podrá especular sobre ese sabor a muerte amarga, el lo ha precenciado. Un gran vacío en su estomago surge como un cosquilleo parecido al de un primer beso, pero diferente. El cuerpo se comienza a entumir, desde los pies pasando por el alma, cuando pasa por su sexo, una gran excitación le provoca una leve eyaculación. La piel se pone de gallina, los bellos se erizan y la vista se vuelve borrosa. En la mente, solo recuerdos tristes aparecen y el remordimiento de consciencia se hace presente.

Las primeras gotas de lluvia caen del cielo triste mojando aquel bello rostro angelical de la única mujer en la tierra. De sus ojos, una lagrima se asoma advirtiendo tristeza eterna. El agua fría se desliza por su cuerpo desnudo hasta hacer contacto con el pavimento de granito rojo.

Sabe que ha quedado sola y lo único coherente que puede hacer, es... Llorar.